Desde mediados de noviembre he estado viviendo en Montezuma, un pueblo playero cerca del centro de rescate donde he estado haciendo mis prácticas. A causa de la pandemia, Montezuma ha vuelto a un estado de tranquilidad que la gente local no ha visto desde hace años. Por eso, ha sido el lugar perfecto para practicar mi español, porque todas las personas que están aquí ahora son costarricenses. Cómo Montezuma es un pueblo tan pequeño, con una población de aproximadamente 500 personas, he tenido la oportunidad de volver a ver la misma gente todos los días y formar amistades con ellos, lo cual me ha dejado aprender más sobre sus vidas y su cultura.
Una de las personas a quien conocí es Denis, un artesano local que crea joyería hecha de piedras volcánicas. Me ha contado que la desaparición de turistas de la zona ha sido catastrófica para los artesanos porque dependen de ellos para ganar un sueldo, y que cada persona que viene a visitar Montezuma les da un poco de esperanza que la vida volverá a la normalidad pronto.
Eli es otro artesano que trabaja en Montezuma, pero es más conocido aquí por ser artista de poi, un baile con fuego. De vez en cuando se junta con unos amigos y realizan un espectáculo para todas las personas que viven en el pueblo. Ver este baile es una experiencia inolvidable, especialmente porque la atención de todo el mundo se enfoca en el fuego, ya que en un lugar tan lejos de ciudades no hay contaminación de luz y cuando oscurece está oscuro de verdad.
Me siento privilegiada que estas personas compartan su cultura conmigo. Me ha dado aún más motivación a practicar mi español para poder aprender más sobre las costumbres costarricenses.
I feel privileged that these people share their culture with me. It has given me even more motivation to practice my Spanish so I can learn more about Costa Rican customs.
Since the middle of November I’ve been living in Montezuma, a coastal town near the rescue centre where I’ve been doing my internship. As a result of the pandemic, Montezuma has returned to a level of tranquility the locals haven’t seen for years. For this reason, it’s been the perfect place to practice my Spanish, because all the people who are currently here are Costa Rican. As Montezuma is such a small town, with a population of approximately 500 people, I’ve had the opportunity to see the same people every day and form friendships with them, which has allowed me to learn more about their lives and their culture.
One of the people I met is Denis, a local artisan who makes jewellery out of volcanic rocks. He’s told me that the disappearance of tourists from the area has been catastrophic for artisans because they depend on them to earn a salary, and that every person who comes to visit Montezuma gives them a small amount of hope that life will return to normal soon.
Eli is another artisan who works in Montezuma, but he’s better known around here for being a master of poi, a fire dance. Every now and then he gets a group of his friends together and puts on a show for all the people who live in the town. Watching this dance is an unforgettable experience, especially since everyone’s attention is focused on the fire, because in a place so far from cities there is no light pollution meaning when it gets dark it is truly dark.
I feel privileged that these people have shared their culture with me, and it has given me even more motivation to practice my Spanish so I can learn more about Costa Rican customs.